Actitudes de los profesionales sanitarios hacia la enfermedad mental
- José Manuel Olivares Díez Director
Universidade de defensa: Universidade de Vigo
Fecha de defensa: 16 de setembro de 2020
- Manuel Muñoz López Presidente/a
- Raimundo Mateos Álvarez Secretario
- Vanessa Sánchez Martínez Vogal
Tipo: Tese
Resumo
INTRODUCCIÓN Existe la necesidad de mayor investigación del estigma del personal sanitario hacia el paciente psiquiátrico. Los estudios son escasos y en general emplean instrumentos no estandarizados que dificultan la comparación de resultados (Sarah Clement et al., 2013). La bibliografía hace referencia a lo prevalente y complicado que resulta erradicar actitudes estigmatizantes (Bruce G. Link & Phelan, 2001b). Los trabajadores sanitarios son una población clave en la estudiar e intervenir, ya que se encuentran presentes en la sociedad a través de tres figuras. Los trabajadores sanitarios son agentes estigmatizadores, mediadores y receptores de estigma de forma simultánea(Bruce G. Link & Phelan, 2001b). Por lo que suponen una población diana de especial interés para su estudio y aplicación de intervenciones antiestigma específicas. El estigma supone un alto coste tanto para el propio paciente, familia y la sociedad en general. Las enfermedades mentales representan el 12% del total de AVAD perdidos por todas las enfermedades y lesiones, porcentaje que ascenderá al 15% en el 2020 (OMS, 2005b). Los trastornos mentales constituyen la causa más frecuente de carga de la enfermedad en Europa (OMS, 2005b). La pérdida de calidad de vida es superior a la que producen enfermedades crónicas como la artritis, la diabetes o las enfermedades cardiacas y respiratorias. Las personas con trastornos mentales graves tienen de 2 a 3 veces más probabilidades de morir por enfermedades prevenibles como las infecciones o enfermedades cardiovasculares (OMS, 2017). Las personas con esquizofrenia poseen tasas de mortalidad de 2 a 2,5 veces más altas que la población general (WHO Headquarters, 2015). Las familias también incurren en costes sociales, tales como la carga emocional de cuidar a los miembros discapacitados de la familia, la disminución de calidad de vida de los cuidadores, la exclusión social, la estigmatización y la pérdida de oportunidades futuras para la mejora personal (OMS, 2005b). Para estimar las cargas económicas que supone la patología no sólo se tiene en cuenta los costes del tratamiento, también se han de cuantificar los costes económicos indirectos que surgen sobretodo de la pérdida del trabajo y de la disminución de la productividad entre las personas que padecen trastornos mentales, sus cuidadores y sus familias. En contraste con la situación de otros problemas de salud los costes indirectos de los trastornos mentales parecen ser más elevados que los costes de tratamiento directo (Ministerio de sanidad política social e igualdad, 2011). Como se acaba de describir se trata de una población espacialmente vulnerable en términos de salud. Sin embargo, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS, 2017) describe la existencia de una brecha asistencial de este tipo de pacientes. Dicha brecha asistencial varía según las diferencias sociodemográficas de cada población, pero en mayor o menor medida está presente en todos los contextos (OMS, 2017). En general, las medidas antiestigma han de centrarse con especial interés en los profesionales con un papel social, estos tiene un papel clave en distintos momentos y etapas del proceso de estigmatización y, por tanto del de desestigmatización (Matthias C Angermeyer & Schulze, 2017; Patrick W. Corrigan & Penn, 1999; López et al., 2008a). Dentro de este grupo de profesionales incluimos a sanitarios que durante su ejercicio profesional interactúan con la población en su actividad asistencial, docente, administrativa, gestora y no debemos olvidar su papel individual dentro de la sociedad. La relación entre el bienestar físico, mental y social es compleja, recíproca y que actúa de modos muy diferentes, las carencias en alguno de los tres ejes repercute en los otros (Salaverry, 2012). De hecho, las personas con trastornos mentales tienen un riesgo más elevado de sufrir una enfermedad física debido a la disminución de la función inmune, las conductas poco saludables, el no cumplimiento de las prescripciones médicas y a los obstáculos para obtener tratamiento médico (OMS, 2017). Por otro lado, los individuos con enfermedades físicas crónicas tienen mayor probabilidad que otras personas a sufrir trastornos mentales (Salaverry, 2012). El estigma es la cuarta barrera dentro del ranking de principales limitaciones para la búsqueda de ayuda, que junto con la divulgación sesgada de las enfermedades mentales en los medios de comunicación supone la barrera estigmatizante más común (S. Clement et al., 2015). Existe la necesidad de mayor investigación del estigma del personal sanitario hacia el paciente psiquiátrico (Clement, y otros, 2013) , los estudios son escasos y en general emplean instrumentos no estandarizados que dificultan la comparación de resultados. Los datos aportados por estos trabajos sugieren que las actitudes de los profesionales que trabajan con pacientes psiquiátricos tienen actitudes sustancialmente más positivas que las actitudes de la población general (Magliano et al., 2004; Tay et al., 2004). Es necesaria la investigación para hacer visibles y cuantificables los problemas de salud y para poder diseñar intervenciones eficaces que reduzcan la prevalencia de las enfermedades en nuestro entorno (Ministerio de sanidad política social e igualdad, 2011). Para ello esta tesis trata de describir las actitudes hacia la enfermedad mental de los profesionales sanitarios del EOXI de Vigo y que factores influyen en las actitudes de los profesionales sanitarios (variables sociodemográficas y laborales, formación en salud mental y familiaridad con la enfermedad mental). Así como determinar si las herramientas de evaluación cumplen criterios de validez y fiabilidad en la población a estudio. METODOLOGÍA Se trata de un estudio descriptivo transversal de una población de 4000 profesionales sanitarios del Área Sanitaria de Vigo. El método de muestreo usado ha sido el aleatorio por conglomerados, que consiste en seleccionar aleatoriamente un cierto número de conglomerados (el necesario para alcanzar el tamaño muestral establecido) e investigar después todos los elementos pertenecientes a los conglomerados elegidos. Partimos de una población de 4000 profesionales sanitarios agrupados en 92 unidades de enfermería (conglomerados), que redujimos a una muestra 470 profesionales sanitarios agrupados en 16 conglomerados. La muestra seleccionada se compone de 470 cuestionarios a recoger dispersos en 3 hospitales (Hospital Xeral, Hospital Meixoeiro y Hospital Nicolás Peña) y 4 centros de Atención Primaria. Los cuestionarios fueron presentados en formato papel y electrónicos, para ello se ha adaptado la misma encuesta compuesta por una hoja informativa y tres secciones (A, B y C). Sección A: Cuestionario ad hoc. Se contienen las siguientes variables independientes en este cuestionario: formato en el que se presenta, edad del encuestado, género, categoría profesional, centro de trabajo, servicio en el que desempeña su labor profesional, años de experiencia y formación en materia de salud mental. Sección B: Cuestionario de familiaridad con el trastorno mental. El cuestionario Level of Familiarity with Mental Illness (Holmes et al., 1999) es traducido al español por (Muñoz et al., 2009). El cuestionario contiene once afirmaciones que de forma creciente describen el nivel de contacto con la patología, el encuestado debe señalar cada una de las frases que representen su experiencia con personas con una enfermedad mental. Las afirmaciones varían en intensidad yendo desde ver un documental acerca de la enfermedad mental hasta tener un amigo o compañero de trabajo con enfermedad mental, un familiar o incluso padecer uno mismo la enfermedad. Es una de las herramientas más usadas para valorar el grado de familiaridad o cercanía con la patología mental (P. W. Corrigan et al., 2001; Patrick W. Corrigan & Nieweglowski, 2019; Holmes et al., 1999). Sección C: Cuestionario de Atribución-27 (AQ-27). Fue elaborado por (P. Corrigan et al., 2006) y traducido al español por (Muñoz et al., 2009). El cuestionario muestra una situación inicial en la que se describe a una persona con enfermedad mental y se desglosan aspectos como su patología, edad, síntomas, puestos de trabajo y número de ingresos a causa de su enfermedad. Y a seguir se disponen 27 afirmaciones que han de responderse en una escala tipo likert de 1 a 9. Los ítems se agrupan en 9 factores cuya puntuación se obtiene mediante la suma de los ítems correspondientes. De este modo, la puntuación de cada factor oscila entre 3 y 27. Para una fácil interpretación de los datos y análisis de estos, se han pasado los resultados a un rango de 0 a 10 asumiendo que a una mayor puntuación mayor es el valor de ese factor en el individuo. El cuestionario electrónico se ha elaborado usando Google Docs, al que se han añadido medidas que aumenten la participación y disminuyan la tasa de errores de la muestra. Se añaden preguntas obligatorias para proseguir el cuestionario, por lo que se disminuye la no cumplimentación de apartados, se validan las respuestas numéricas o nominales que reducen errores y se impide que una misma persona pueda enviar varios cuestionarios. Una vez seleccionados los conglomerados se contacta a través de correo electrónico con los supervisores de enfermería de las unidades de hospitalización y coordinadores de centros de Atención Primaria. A través de ellos se realizará una recogida de doble ciego. Una vez recogidos los datos, son codificados, se pasan a una base de datos Excel, en la que se eliminan errores y unifica la muestra. Posteriormente se procede al análisis de los datos usando en programa PSPP y SPSS v19. Se realizó análisis de las frecuencias y porcentajes de cada una de las variables cualitativas (formato, sociodemográficas (género y edad), laborales (centro, servicio, categoría profesional y años de experiencia profesional), formación en salud mental y familiaridad). Se utiliza el Test de χ2 de Pearson para estudiar si existe asociación entre dos variables cualitativas (familiaridad y las variables: edad, género, experiencia profesional, categoría profesional, tener formación en salud mental, centro de trabajo y servicio). Se obtienen las puntuaciones medias y desviación típica de las variables cuantitativas obtenidas en el cuestionario AQ-27. Se usa la Prueba t de Student para muestras independientes para comparar la media de los diferentes factores evaluados en el cuestionario AQ-27 en relación a la edad de los profesionales encuestados y si consideran que poseen formación en salud mental. Para determinar si es necesario el uso de pruebas no paramétricas de usaron las pruebas de Levene para igualdad de varianzas y la Kolmorov-Smirnov. Se usó la prueba no paramétrica Mann-Whitney para comparar la media de los diferentes factores evaluados en el cuestionario AQ-27 en relación del género y la experiencia profesional. Y la prueba no paramétrica Kruskal-Wallis comparar la media de los diferentes factores evaluados en el cuestionario AQ-27 en relación a la categoría profesional, lugar de trabajo, servicio en que desempeña sus funciones y familiaridad. Para el análisis de la fiabilidad se usó el Coeficiente Alpha de Cronbach y para la validez se realizó un análisis confirmatorio para verificar que los modelos teóricos de peligrosidad y responsabilidad se cumplen en el modelo observado, para ello, se calculan indicadores (X2, índice de comparación de ajuste, índice de Tucker –Lewis, error cuadrático medio de aproximación y el ajuste de la adecuación del índice de ajuste) que permitan medir la calidad del ajuste entre el modelo teórico y el modelo observado. RESULTADOS Se obtuvo una muestra de 323 cuestionarios, de los cuales el 80,8% se encontraba en formato papel y el 19,2% en formato online, la tasa de participación fue del 68,7%. El estudio se llevó a cabo con una muestra de 323 de profesionales sanitarios, principalmente por mujeres (78,9%) con una edad media de 42 años y una desviación típica de 13,3 años. La mayoría de los profesionales desempeñan su función en el medio hospitalario (96,6%) y pertenecen al gremio enfermero (70%). Las características de la muestra estudiada se corresponde con el perfil aportado en las memorias (Estructura Organizativa de Xestión Integrada de Vigo, 2014) de la EOXI de Vigo. Respecto a la formación en salud mental, sólo el 14,6% de los profesionales sanitarios afirma haber recibido formación específica en materia de salud mental. Respecto a la relación y contacto con la enfermedad mental, las puntuaciones más altas en el cuestionario de Nivel de familiaridad con la enfermedad mental las alcanzaron las siguientes afirmaciones: ha visto una película o programa de televisión en el que el personaje representa a una persona con enfermedad mental (77,7%), seguida de la afirmación de no observar de forma consciente a una persona que puede tener una enfermedad mental (48,9%), ha visto un documental en televisión acerca de enfermedades mentales (44%) y proporciona servicios a personas con enfermedad mental (39%). Los niveles de familiaridad son similares a otros estudios en profesionales sanitarios y mayores que en población general. El factor de ayuda obtuvo una puntuación alta (7,6) así como el de piedad (6,3) ya que son atribuidos con frecuencia a la profesión sanitaria. Sin embargo la disposición a coaccionar al paciente para que siga un tratamiento (7,6) también es alta, que evaluaremos más pormenorizadamente a continuación. Se han obtenido niveles bajos en los factores que indican reacciones de enfado (2,7) y miedo (3,1), al igual que el factor de segregación (3) que alude a la conveniencia de recluir a la persona con enfermedad mental en un hospital psiquiátrico, ya sea por su propio bien o por el de la comunidad. Sin embargo aunque los niveles de enfado y miedo son bajos, a la peligrosidad se le atribuyen unas puntuaciones intermedias (4,1), al igual que a la evitación (5,1) y la responsabilidad del enfermo mental sobre su propia enfermedad (3,5). Las actitudes hacia el enfermo mental son positivas en general, pero presentan elevadas actitudes de coacción similares a las de otros estudios previos. En los factores de ayuda y piedad se obtiene una puntuación muy alta, similar a resultados obtenidos en otros estudios en profesionales sanitarios (Del Olmo Romero et al., 2019; Granados-Gámez et al., 2017; Muñoz et al., 2009). Se encontraron diferencias significativas en las actitudes de los profesionales sanitarios en función de las características sociodemográficas. Los trabajadores de menor rango de edad tienen mayor puntuación en las actitudes de ayuda hacia el enfermo mental. Por otro lado, los hombres tienen menor puntuación en el factor miedo y peligrosidad que las mujeres. Al igual que otros estudios previos (Henderson et al., 2014; Ross & Goldner, 2009; Schulze, 2007) los trabajadores con menos años experiencia laboral presentan puntuaciones más elevados en los factor de ayuda (p <0,001) y menores para el factor evitación (p=0,032). Respecto a la categoría profesional los residentes, médicos y enfermería tienen puntuaciones medias más altas de ayuda (p <0,001). Los profesionales que desempeñan su labor en Atención Primaria tienen más actitudes de ayuda y menos actitudes de miedo, peligrosidad y enfado, que aquellos que desempeñan su labor en el ámbito hospitalario. En la bibliografía consultada se observa este mismo fenómeno (Del Olmo Romero et al., 2019; Hansson et al., 2013; Mårtensson et al., 2014). En el Hospital Nicolás Peña tienen menor puntuación en el factor miedo, peligrosidad y enfado, y mayor puntuación en el factor ayuda. Se trata de un centro con una serie de características propias estructurales (mayor concentración de dispositivos de salud mental de larga data), y mayor presencia de trabajadores que prestan servicios o tratamiento a personas con enfermedad mental, así como observación frecuente de pacientes con enfermedad mental según el cuestionario de familiaridad (Holmes et al., 1999). Respecto al servicio en el que desempeña su labor, el servicio de Psiquiatría presenta menor puntuación en los factores evitación, segregación, peligrosidad, miedo, enfado y mayor puntuación en el factor ayuda que el resto de dispositivos. Los profesionales con mayor nivel de contacto o familiaridad con la enfermedad mental poseen menos atribuciones negativas (P. Corrigan et al., 2006; Patrick W. Corrigan, 2006; Patrick W. Corrigan & Nieweglowski, 2019; Holmes et al., 1999) y menores niveles prejuicios (Livingston & Boyd, 2010; Pescosolido, 2013). Tener conocimientos o formación en salud mental (Hansson et al., 2013; Muñoz et al., 2009; Nordt et al., 2006) se asocia a unas actitudes más positivas hacia la patología mental. Los profesionales sanitarios que consideran haber recibido formación en salud mental tienen una menor calificación en los ítems de miedo y peligrosidad, y mayores puntuaciones en el factor de ayuda. El cuestionario AQ-27 tiene unas propiedades psicométricas similares a las de los anteriores estudios. En las pruebas de fiabilidad del cuestionario AQ-27 el sustento teórico no se corresponde totalmente con los resultados obtenidos, el modelo de responsabilidad no se cumple de forma homogénea en las diferentes poblaciones en las que se han realizado pruebas de fiabilidad (P. W. Corrigan et al., 2002; Muñoz et al., 2015; Pingani et al., 2011, 2016). Se ha de adaptar el cuestionario a las peculiaridades de cada población en cuanto a su sensibilidad y concepción social de los modelos de prevención y atención a la patología mental (Del Olmo-Romero et al., 2019; Muñoz et al., 2015). CONCLUSIONES La muestra obtenida es representativa, tanto el perfil sociodemográfico como laboral se corresponde con los datos recogidos por la gerencia. Se ha obtenido una tasa de participación del 68,7%, con una correcta representación de los estamentos profesionales y dispositivos sanitarios. Respecto a los instrumentos de evaluación, concluimos que el cuestionario Attribution Questionnaire (AQ-27) (P. Corrigan et al., 2006) es un instrumento validado con propiedades psicométricas razonables y que ha de ser adaptado a profesionales de la salud. Se han de seguir desarrollando nuevas herramientas de evaluación dirigidas a profesionales sanitarios en nuestro contexto social actual y aprovechando el desarrollo tecnológico emergente. Los trabajadores sanitarios no sólo identifican carencias en su formación, sino que poseen una escasa visibilización de la formación recibida. Los niveles de familiaridad con la enfermedad mental son mayores que en la población general (Muñoz et al., 2009). La formación de los profesionales es una de las principales estrategias que contribuyen a cumplir los objetivos antiestigma (M. C. Angermeyer & Dietrich, 2006; Kadri & Sartorius, 2005; López et al., 2008b; Muñóz et al., 2006; Pinfold et al., 2005; Priebe & Fakhoury, 2008). Dentro de los planes formativos se ha de introducir actividades en las que se realice contacto reglado con la enfermedad mental (Allport, 1954). Se trata de una intervención sencilla que puede ser incorporada a programas formativos y pueden hacer que el personal aumente su disposición a tratar a personal con enfermedad mental, dando una visión más positiva acerca de la recuperación y pudiendo entender mejor la sintomatología (Martínez-Martínez et al., 2019). Es necesario visibilizar y empoderar estas actividades formativas para que el personal acceda, cree competencias en materia de salud mental y sea consciente de sus capacidades. La implantación de las anteriores medidas repercute en que los pacientes tengan una percepción más segura y cercana de la relación terapéutica, facilitando su acceso al sistema sanitario y consecuentemente mejorando su calidad de vida (Küey, 2008).